martes, 2 de marzo de 2021

LA SOLEDAD QUE NO SE ELIGE

 



A veces hay cosas, frases, imágenes, personas, olores, que dejan huella, pues bien, eso me pasó hace muchos, muchos años, cuando escuché por primera vez: Crecer es aprender a despedirse. Creo que no lo entendí, tal vez porque , como bien dice la frase, no había crecido lo suficiente, aun asi.. Me quedé con la frase hasta mucho tiempo después, quizá, hasta que entendí que la vida era eso, aprender a despedirte, a desprender, a dejar ir, y aunque suene obvio, también dejar entrar.

En estos últimos tiempos, si he aprendido algo ha sido a echar de menos, que créeme, también se tiene que aprender a eso. He aprendido a acostarme con la soledad y despertarme con la desgana de un corazón que necesita sentir, tocar, ver en definitiva, vivir. Pero no ha sido fácil, no lo ha sido.

En estos tiempos he aprendido a tocar sin tocar, a que el amor nos haga a nosotros y no al revés, a mirar a través de una pantalla y tocar el olvido con la punta de los dedos, a controlar la ansiedad de sentirte enjaulada y tener ganas de volar, aunque no sepas hacia donde.

Aprendí a acariciar los recuerdos y besar la inocencia de pensar que todo esto pasará pronto, pero no fue así. Quizá por eso sigo intentando acostumbrarme a la soledad no elegida, al querer a distancia, reír a distancia, soñar a distancia, querer a distancia. Aferrarte a los recuerdos porque es lo único que te queda de aquella normalidad que ya no existe, aferrarte a todas las cervezas que te deben tus amigos, todos los abrazos que les debo yo a ellos, todos los lugares pendientes de ir, todas las promesas que nadie sabe si se van a cumplir, pero ilusiona pensarlas. Porque, es importante, y mas ahora, tener la ilusión intacta, aunque cueste mas que nunca.

Yo, por mi parte, a veces tengo la sensación de haber tirado mucho tiempo a la basura, otras, de haber aprovechado el tiempo mas que nunca en conocerme a mi misma y en saber donde están mis limites. Supongo que es importante saber todo lo que puedes llegar a soportar, y eso, solo lo compruebas cuando no te queda otra que ser fuerte, porque no, no hay otra opción.

El caso, que he aprendido a estar sola, cosa que pensaba que antes ya sabia, pero no, no es lo mismo la soledad elegida que la soledad impuesta, esa duele más, pero también hay que aprender a vivir con ella. Y la cabrona…es mala compañera de viaje, también se ha dicho.

Concluyo dando las gracias a quien ha sido pilar cuando todo se estaba derrumbando, quien no se ha ido a pesar de que yo estuve a punto de hacerlo, quien perdonó mi ausencia cuando mas falta le hacía, a quien supo entender que aunque la situación no me lo permitia hubiese corrido a comerle a besos. A quien ha estado, simplemente estar, a quien ha aguantado cambios de humor, a quien me acompañó a estar sola, a quien hizo el camino más fácil, a quien se fue porque no supo aprender a querer diferente, y también a quien me falló cuando más lo necesite, por hacerme más fuerte y entender que no hay peor despedida que la que no sucede, que la que no aceptas, que la que no se da. 

Así que, si algún consejo puedo dar, es que os despidáis, que cerréis puertas, que las puertas entreabiertas solo sirven para dejar pasar las dudas, los miedos, los quizás, la ansiedad, el aferrarte a algo que, date cuenta, ya no está, y.. no va a volver, no debería volver, porque quien no sabe quedarse no merece vivir en una puerta entreabierta. Y ciérrala tu, no dejes que la cierre el tiempo, cierra, coges la llave y te la guardas, para que no olvides nunca lo difícil que fue cerrar y que hay puertas, que no vale la pena abrir dos veces, que no vale la pena cerrar dos veces, que no vale la pena.

 

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