He vuelto a
despertar de golpe, con una amarga sensación en el pecho izquierdo, como si me
faltase algo, una inmensa sensación de vacío recorre mi cuerpo en forma de escalofrío,
como si algo malo fuese a pasar, como un mal presentimiento, como si la vida me
estuviese gritando en silencio algo que no soy capaz de entender. Aun
sobresaltada por la forma de despertar y con los restos del corazón acelerados
miro a mi derecha; no estás, y sigue mi
pesadilla, te busco en cada rincón de la que fue nuestra habitación y hoy solo
son cuatro paredes; no estás. Ya ni siquiera tu sombra se acuesta en mi cama,
la sabana ya no conserva tu olor, intento buscar tus huellas sobre el edredón y
una vez más: Nada. Incluso las paredes se han vuelto más tristes desde
entonces, ya no entra tanta luz por la ventana, hasta el más pequeño rincón te
echa de menos, y tengo frío y tampoco sería justo echarle la culpa de eso al
otoño, no es un frío de manta, es el
frío que has dejado dentro de mi.Miro
alrededor y el silencio me grita tu nombre, un silencio ensordecedor, un
silencio suicida, un silencio que solo tu voz puede remediar. Una noche más de
cenicero lleno y vida vacía, de abrir una cerveza y otra y otra y otra para ver
si te encuentro en alguna de ellas. Una noche más de terminar borracha y con 20 colillas en mi cuerpo, una forma de
suicidarme poco a poco, casi sin que se note que estoy muriendo por ti y no
tengo cojones de cortarme las venas.
jueves, 25 de septiembre de 2014
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